Es
Hollywood, sin dudas, desde hace un siglo, la gran maquinaria exportadora de fantasías y fantasmas de la aldea global y ha visto
aquella industria en las series, desde hace algunas décadas, un
ámbito privilegiado para el desarrollo de complejas propuestas
estéticas en soporte audiovisual. Breaking Bad es un claro ejemplo
de esta afirmación.
La serie
se emitió en EEUU entre 2009 y 2013. Fue aclamada por la crítica,
batiendo records de audiencia. Aún hoy, sigue siendo vista por
millones de espectadores a través de Internet cada día. Cada
emisión de esta producción de Sony es una pieza cinematográfica,
conformando un gran relato audiovisual de 62 capítulos
minuciosamente desarrollados a lo largo de 5 temporadas, en lo que
podría considerarse un gran filme de alrededor de 50 horas.
Sin
revelar detalles de la trama, podemos contar lo básico: Walter White
es un profesor de química de Alburquerque (sur de EEUU, en el
fronterizo estado de Nuevo México). Es el clásico aburrido
ciudadano promedio norteamericano. Tiene una esposa embarazada
(Skyler), un hijo discapacitado de 15 años (Walter Jr.) y una pesada
hipoteca como casa. En sus años de estudiante formó junto a dos
colegas una empresa llamada “Materia gris”, negocio del cual él
quedó afuera por una confusa situación. Mientras sus ex socios son
multimillonarios, él se encuentra en bancarrota. Ante esta
situación, White alterna sus horas de docente con un empleo de medio
tiempo como cajero en un lavadero de autos, propiedad de un
comerciante rumano. De forma repentina, descubre que padece cáncer
de pulmón y, antes de contárselo a su familia, se pone en contacto
de manera fortuita con un ex alumno de la escuela (Jesse), un adicto
que trafica meta-anfetamina desde un laboratorio casero. Aprovechando
sus conocimientos en el rubro de la química, rápidamente Walter
comenzará a producir esta poderosa y redituable droga con el joven
traficante, buscando asegurar dinero para su familia ante el
inevitable e inminente final de su vida. Desde este punto de partida
(ya presentado en los primeros capítulos de la primera temporada) se
irán desarrollando nuestros personajes en distintas direcciones,
llevando a su negocio y a sus vidas hacia circunstancias y
situaciones imprevistas.
El objetivo central de la serie (en boca de sus
autores) es “convertir
a Mr. Chips en Scarface”,
generando en el espectador una identificación emocional con un
protagonista que gradualmente se irá transformando en un villano
(1). Por otro lado, el creador de la serie (Vince Gilligan) catalogó
a Breaking Bad como un western contemporáneo (2). La referencia es
inevitable: el terreno árido del sudoeste de EEUU se graba en los
rostros de esos personajes batidos a duelos constantes (tanto de
pistola como psicológicos). Los horizontes inmensos y el calor
sofocante, los cruces culturales (por lo general violentos) entre
autóctonos, gringos e inmigrantes, conforman el abc del cine de
cowboys.
Sin
dudas, estas dos intenciones iniciales de los productores de la serie
se han cumplido con creces. Sin embargo, a partir de esas
afirmaciones iniciales, podemos aportar nuevas lecturas que nos
permitan entender que nos quieren decir esos logros en el contexto
contemporáneo.
Ligando estas afirmaciones iniciales, podemos
sostener que Breaking Bad es, en principio, un western barroco
(más cercano a los western de Sergio Leone y Clint Eastwood - con su villano "Tuco" - que a
los clásicos de John Ford y John Wayne): la predominancia de lo
musical, el tono grotesco / tragicómico, la construcción de
personajes opacos, oscuros, indescifrables, con identidades siempre
difusas, mutables, en permanente transformación, son marcas propias
del género.
Por otro lado, la insistencia en presentar elementos de fuerte
contenido simbólico (recurriendo de manera permanente al montaje
intelectual einsesteniano y a objetos metafóricos de sentido ambiguo
e indeterminado), la resignificación de situaciones o
acontecimientos en el recurrente uso del flash forward (3) (previo a
los créditos iniciales en la gran mayoría de los capítulos) son
recursos que tienden a generar tensiones, rompiendo con toda posible
centralidad en la construcción de significado. Como en los versos renacentistas presentes en los poemas de Gongora (4), Breaking Bad esta plagado de referencias a obras y productos culturales diversos: el spaghetti western, Walt Withman, Pulp Fiction, Discovery Channel, video games, corridos y culebrones mexicanos y hasta Terminator, configuran las muchas referencias explicitas que la serie va sumando a fin de tejer y destejer tramas de significado dispersas. He allí su
naturaleza barroca
Desde esa base es también Breaking Bad un western psicológico.
“Hacer cualquier cosa por dejar dinero a la familia” es una buena
razón para comprender las acciones de Walter White. La fabula
moralista (de las que abundan en TV) es el punto de partida que la
historia irá deformando, oscureciendo y opacando a lo largo de su
desarrollo, abriendo una zona gris entre los fines del protagonista
(salvar a su familia de la crisis económica) y los medios llevados a
cabo para conseguirlos. El heroísmo de White se
irá transformando en tentación. Lentamente, la cálida vida
familiar deja de ser la referencia estable, el lugar seguro al cual
regresar. White (que en español significa “Blanco”) se moverá
por esa cada vez más amplia “materia gris” que separa el
submundo marginal (plagado de cucarachas criminales, adictas y
lúmpenes) y el limpio y ordenado mundo del buen ciudadano americano,
con la sentencia de muerte pisándole los talones.
Jesse, el
co-protagonista de la serie, es un joven salido de la secundaria que
nunca pudo entrar al mundo del trabajo. Vaga de un lugar a otro, vive
de prestado en la casa de una tía, pasa gran parte del tiempo
drogado, acostándose con prostitutas adictas y juntando dinero para
sobrevivir y seguir drogándose. Cada tanto Jesse le jura a su madre
que consiguió un trabajo cargando datos: “todo por computadora”,
promete. El telemercadeo y las drogas parecen ser las únicas
opciones para él y los de su clase. Empleos basura que no valen la
pena, mano de obra temporaria para un bastardo del American Way Of
life (la clase media local). Sus padres ya no quieren verlo, lo
echaron de casa otra vez. La familia promedio niega al hijo, lo
expulsa, esconde al problema debajo de esa alfombra que nuestros
protagonistas se empecinan en levantar.
Entonces,
estos personajes – tipo inicialmente opuestos (el “honesto padre
de familia” y el “inmoral lumpen adicto”) empezarán a trabajar
juntos. Pero poco a poco, esos mundos aparentemente contrapuestos de
nuestros protagonistas se empezarán a entrecruzar y mezclar. La
línea divisoria entre buenos y malos (siempre bien definida en el
western), entre el mundo criminal y el mundo ordenado, entre la
higiene moral y la podredumbre de la ciudad, se empezará a
desdibujar, en paralelo a la gradual transformación de nuestros
protagonistas.
Como en
Las Meninas de Velásquez, en el barroco la realidad es el producto
de un juego de espejos, de una cadena de representaciones que son
pura apariencia (5). Es, sin dudas, el procedimiento del juego de espejos
y reflejos barroco (por analogía y oposición) el elemento más
significativo de la serie. En Breaking Bad, el reflejo construye y
deconstruye identidad. Espejo entre la casa familiar y la casa de los
adictos, entre el hijo con parálisis y el activo traficante, entre
la prostituta y el ama de casa, entre el enfermo terminal (White) y
el traficante despiadado (Heisenberg), entre la organización
narco-criminal (clandestina e ilegal) y todas las organizaciones
legales de la ciudad: La empresa, el estado, la policía, el
comercio, la familia.
Para
organizar su pyme narco, White y Jesse utilizarán jerga empresarial
(perspectiva de crecimiento, balance, metas, etc.) La burocracia, el
aparato represivo del estado, las corporaciones, los pequeños
traficantes, los grandes carteles, la DEA, los abogados, los
hospitales, las obras sociales: todos funcionarán de la misma manera
y buscarán lo mismo. Todos harán preguntas, encerrarán,
clasificarán y domesticarán al cuerpo. Todos se organizarán de la
misma manera: todos se regirán por jerarquías y relaciones de
clase, bajo las mismas lógicas de explotación y con similares
fines.
A lo
largo de la serie, estos juegos de espejos se presentarán de forma
insistente ante los ojos del espectador. Pero no somos testigos
privilegiados de estos reflejos: Al igual que en Las Meninas, nuestra
mirada en la serie también se encuentra bajo amenaza, a punto de ser
descubierta. La cámara en mano, siempre en movimiento, las miradas a
cámara de los personajes y las falsas subjetivas (6) (recurrentes en
la mayoría de las tomas de los episodios de la serie) exponen al
narrador y al espectador fascinado y voyeurista, siempre a punto de
ser atrapado.
En cierto
momento de la historia, casi sin percibirlo, ya no podemos
diferenciar reflejo de realidad. Ya no hay buenos ni malos, ni
esencias ni apariencias, ni blancos ni negros. Desde allí, con la
fabula moral del comienzo en ruinas, la cadena de acontecimientos se
desarrollará hacia el inevitable e inesperado desenlace. Rápidamente
descubrimos que ya es demasiado tarde para que el protagonista de un
paso hacia atrás y, sobre todo, para que como espectadores dejemos
de sentirnos identificados con aquello en lo que nos hemos
convertido.
(1) “Amar
a Walter White / Odiar a Walter White” AUTOR
FUENTE:
http://www.jotdown.es/2013/08/amar-a-walter-white-odiar-a-walter-white/
(2)
Western contemporáneo: http://cinedivergente.com/mas-alla-del-7/audiovisual/posibles-apreciaciones-sobre-breaking-bad
(3) Flash
forward: procedimiento opuesto al conocido “Flash back”: Ocurre
cuando el relato da un salto hacia adelante en la historia.
(4) Vease el texto "Barroco" de Severo Sarduy
(5) Focault en "Las palabras y las cosas" analiza este juego de espejos presente en Las Meninas.
(6) La
“toma subjetiva” indica un plano que representa la mirada de un
personaje. La “falsa subjetiva” simula representar una mirada
presente en la escena, pero no es atribuible a ningún personaje
concreto.
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